viernes, 14 de enero de 2022

Sabor arcoíris

 


Este año me había propuesto no fumar y publicar al menos un post cada semana. Bien, estamos a día 14 y ya he incumplido ambos propósitos. Voy a intentar al menos remendar el segundo con estas líneas.

Llevaba dándole vueltas a escribir algo sobre el tema político de la semana: lo que NO dijo Garzón sobre las macrogranjas. Lo he descartado por manido y porque creo que a estas alturas la derecha -e incluyo aquí al PSOE- ya se ha dejado bastante en evidencia borrando tuits y obviando declaraciones propias en las que defendían exactamente lo mismo que SÍ dijo Garzón. Maldita hemeroteca.

Me había planteado también, a raíz de la Supercopa de España jugada en Riad, hablar de cómo el mundo del fútbol se ha vendido a los petrodólares, tapándose los ojos ante los abusos de dictaduras criminales, poniendo la mano para recoger dinero manchado de sangre de mujeres, gays y opositores y callando como putas que son. Odio eterno al fútbol moderno y a todos sus cómplices. Aunque no quería empezar el año calentándome demasiado.

Y en esas que andaba maquinando el tema con el que dar la chapa esta semana cuando he entrado a la cocina de mi trabajo, una pequeña empresa de 50 empleados, y me he encontrado a la señora de la limpieza fregando las tazas en las que mis compañeros, con huevazos como sandías, se sirven el café y luego dejan sucias en la pila. Porque son todos muy ecológicos evitando los vasos desechables, sí, pero también muy hijos de puta. 

Ante esta ausencia absoluta de honestidad, integridad y compañerismo, se me han ido las ganas de hablar de política. Así que simplemente voy a contar la última anécdota de mi hijo, en las antípodas de este mal rollo general. Ayer, al abrir una bolsa de golosinas me ofreció una y me dijo: “papá, prueba esta chuche, te va a encantar. Sabe a arcoíris”. 

Sabor a arcoíris. ¿Puede haber un concepto más maravilloso?

Ahora sí: feliz año.

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