jueves, 31 de mayo de 2018

Incendios



Hay algo extraordinariamente hermoso en los incendios. Y lo digo con conocimiento de causa porque el pueblo donde pasaba mis veranos en la infancia ardió dos veces en poco menos de un lustro. Por supuesto que un incendio es una desgracia tremenda, no crean que están leyendo a un pirómano. Solo digo que dentro esa horrible catástrofe hay algo que sobrecoge el alma por su belleza. Ver al anochecer la silueta en llamas de las montañas que rodean tu casa es un espectáculo imposible de olvidar y que, como ya digo, la vida me brindó dos veces asegurando que así fuera. 

Imaginemos por ejemplo el gran incendio de Roma del siglo I (por cierto, casualidades de la Historia, iniciado un 18 de julio). Toda esa gran ciudad, metrópoli del mayor imperio conocido hasta el momento, ardiendo durante no menos de 5 días. Nerón, pragmático como era, aprovecharía –o provocaría– el suceso para iniciar posteriormente la persecución de los cristianos y la remodelación radical de algunas zonas quemadas. Pero a lo que iba, no es difícil imaginar la belleza de aquellas llamas históricas, ¿verdad? 

Así que sí, al menos para el que suscribe, hay algo indudablemente hermoso en el fuego destructor. Y el incendio de esta semana de Génova 13, aun siéndolo solo a nivel metafórico – por ahora – es digno de un síndrome de Stendhal. Recapitulemos: una sentencia que condena al partido del gobierno, un presidente cuya veracidad se cuestiona en auto judicial, una ministra de Defensa que niega conclusiones de la propia sentencia y que pone en duda la capacidad del estamento judicial –“¿Es que los jueces son infalibles?” (SIC)- y, lo más grave y sorprendente, un Mariano Rajoy lo suficientemente nervioso como para cancelar un viaje a una final de la Champions en la que para más inri jugaba el Madrid. 

Nadie sabe si prosperará o no esta moción, y si el incendio acabará por dejar chamuscado este imperio de la mafia en el que se ha convertido el PP, pero hay mucho de justicia poética en las siguientes horas que nos esperan. Muy probablemente serán los partidos nacionalistas los que tengan el poder final de echar a Mariano de la Moncloa. También nos queda por ver a Rivera sumándose al carro de esa futurible victoria de la moción en el último momento para no quedarse solo en la foto con el PP. Carro, que deberá compartir con “los herederos de ETA y los amigos de Puigdemont”. Díganme si esto es o no poesía pura.