viernes, 5 de noviembre de 2021

Atrapados

 

 

Hace tiempo que vengo observando un curioso fenómeno en bares, restaurantes, pubs y demás sitios públicos donde los seres humanos nos reunimos para compartir mesa y conversación. Ocurre que, cuando hay dos comensales y uno se levanta, ya sea para ir al servicio, pedir algo en la barra, o cambiar de disco en la jukebox (esto último probablemente no pasa nunca, pero dejadme soñar), el que se queda solo en la mesa tarda milésimas de segundo en sacar el móvil y sumergirse en el mundo digital. Desenfunda con tal velocidad que siempre pienso que estaba deseando que el otro/a se fuera. Imagino dedicará esos breves instantes a comprobar si la foto que ha subido del café con leche con un corazón de espuma lleva los likes esperados o a conocer la última polémica en Twitter, #ardenlasredes. En cualquier caso, se pierde el sutil placer de observar a los demás, también conocido como cotilleo. A los que preferimos esto segundo, hay que reconocer que la fiebre digital nos ha aportado algo positivo: evitamos cruces de miradas incómodos (AKA “pilladas”). Por el contrario, ocurren menos cosas que cotillear. En resumen, y como diría Víctor Hugo, cada hombre está en su noche. El problema es que quizá esa noche nos está atrapando demasiado.