viernes, 8 de abril de 2022

Fray Balbino

 

“Buenos días,

os escribo en relación al artículo sobre abusos pederastas en Maristas del pasado sábado en el que dejáis este buzón para otras denuncias.

Yo estudié en el colegio Agustinos (Santo Tomás de Villanueva) de Valencia. En cuarto de EGB, en 19XX, tuve como tutor a Fray Balbino Iglesias, un sacerdote leonés que según decían había sido trasladado a Valencia por "problemas" en otros colegios.

Fray Balbino tenía con frecuencia una actitud excesivamente cariñosa con algunos compañeros (éramos todos chicos), a los que abrazaba, besuqueaba e, incluso, les metía la mano por debajo de la camiseta. A mí, personalmente, nunca me manoseó. Hace XX años de esto y mis recuerdos son muy difusos, no sabría ni siquiera decir de qué compañeros se trataba.

No obstante, si queréis tirar de este hilo, en este foro algunos exalumnos trataron de organizarse para denunciar: http://fraybalbino.blogspot.com/2010/04/p-e-d-e-r-s-t-i.html

Por otra parte, me consta que Fray Balbino ya ha fallecido,

Gracias,

Un saludo” 

Este fue el correo electrónico que envié en junio del año pasado a El País. Posteriormente se pusieron en contacto conmigo, pero yo ya no podía aportar nada más. No fui víctima en primera persona, ni conocí a nadie directamente que lo fuera. Mis recuerdos eran muy vagos dado que solo tenía 10 años cuando ocurrió. La misma edad, por cierto, que mi hijo ahora, lo que también me empujó a mandar el mail. 

La condición de pederasta del profesor era vox populi en todo el colegio. Lo sabíamos todos. Y cuando digo todos, es todos, desde los niños hasta el profesorado. Sin embargo, como en cualquier organización mafiosa -y la Iglesia es la más veterana de todas- se cumplía la omertá a rajatabla. 

Meses después El País publicó varios artículos con los que se destapó el escándalo:

Tres víctimas de abusos sexuales en colegios religiosos narran su historia | Vídeos | EL PAÍS (elpais.com)

Fray Balbino, el depredador de los agustinos de Valencia que filmaba a los niños con su cámara de Super 8

A los que siguieron otros tantos de El Levante (Valencia):

"Fray Balbino nos decía que tenía caramelos en la sotana para que le metiéramos mano" - Levante-EMV

"Me cogió entre sus piernas y me bajó los pantalones en clase" - Levante-EMV

Incluso hubo reseñas en los informativos de À Punt:

Denuncien abusos al col·legi dels Agustins de València als anys 60 i 70 - À Punt (apuntmedia.es)

Obviamente estos artículos corrieron como la pólvora en los grupos de Whatsapp de exalumnos. Número de sorpresas: cero. Recuerdo la respuesta de mi hermano, que también fue alumno, cuando le envié el link de la primera noticia: “si solo fuera uno”. Cuánta razón. Tras Fray Balbino salieron a la luz varios casos más en el mismo centro.

Poco después, con la noticia candente, me encontré con un amigo y compañero del colegio por el barrio. Como es obligatorio en estas situaciones, nos sentamos a tomarnos unas cervezas en una terraza. Casualmente, pasaron sus padres, y se sumaron al encuentro. Como no podía ser de otra forma, salió el tema. Yo por desgracia no puedo ya preguntarle a mi padre, y mi madre dice no recordar nada, así que aproveché la oportunidad con los padres de mi amigo. “¿Por qué no hicisteis nada?”. “No lo sabíamos”, me respondieron. Me quedé atónito. ¿Cómo es posible que no lo supieran? ¿Tan bien funcionaba la ley del silencio? ¿No había ni una sola grieta por donde escapara una verdad tan escandalosa? Por lo visto así fue, por increíble que me siga pareciendo. Un férreo entramado de encubrimientos protegió a este malnacido, y a otros muchos, de rendir cuentas a su debido tiempo. Ojalá exista un infierno para esta gentuza. Ese con el que tanto nos asustaban cuando éramos solo unos niños.

Y, pese a todo, creo que lo que más me indigna es la falsa pose de sorpresa por parte de la dirección del colegio, al más puro estilo capitán Renault en Casablanca (“¡aquí se juega!”). Sacerdotes agustinos: sois culpables, por acción y por omisión. Nos tenéis vida suficiente para rezar por vuestros pecados. Ni dios que os los perdone.

miércoles, 16 de febrero de 2022

Rivera, estamos contigo

Imagen de El Mundo Today

Los alemanes, tan duchos ellos en el noble arte del rencor, tienen una deliciosa palabra para referirse a la sensación de placer que provoca el sufrimiento / humillación de alguien a quien no soportas: schadenfreude. Nosotros, que rencorosos quizá no somos tanto, pero sí muy cabrones, la tenemos aceptada como cultismo por la RAE. Y confieso que este término, schadenfreude, describe con exactitud lo que he sentido esta semana leyendo cada uno de los titulares sobre el despido de Albert Rivera por parte del bufete Martínez-Echevarría: “su aportación fue ninguna”; “implicación nula”; “auténtico fiasco”. ¿Podía ser más jugoso el salseo? El que iba a ser el Kennedy español resultaba ser más holgazán que un Borbón y, además, estaba probando su propia medicina liberal. Él, que estuvo a favor de reducir la indemnización por despido a 20 días por año pedía ahora para sí mismo 500. Siempre he pensado que los liberales están a dos hostias de realidad de ponerse a lanzar cócteles molotov en un piquete sindical. De hecho, eso de que el fascismo se cura leyendo y viajando es mentira. He conocido a muchos fachas leídos y viajados. Lo que realmente corrige un desvío a la derecha es un conflicto con la patronal.

Sin embargo, pronto detecté el tufillo antipolítico en las declaraciones del bufete: “huiremos de políticos vacíos y sin capacidad de trabajo”. Fue entonces cuando me puse las gafas rojas, que no me suelo quitar, pero hasta ese momento debían estar empañadas de schadenfreude, y leí la información desde la perspectiva del Albert Rivera trabajador. Lo siguiente que me chirrió fue la acusación de baja productividad. Para empezar, no me creo que un exsecretario general sea realmente un vago redomado. La carga de trabajo que implica la dirección ejecutiva de un partido que llegó a conseguir más de 4 millones de votos y 34.000 afiliados no encaja con el perfil de un gandul. Pero es que además las cifras del bufete eran totalmente inverosímiles por exageradas. Resulta que Rivera solo trabajaba dos horas al mes, según ellos. Y lo mantuvieron en plantilla durante dos años como presidente. Ajám.

No cuela. Y no cuela porque hemos visto reacciones así en muchas empresas, por no decir todas, cuando estalla el conflicto de intereses: deslealtad, revelación de información confidencial y mentiras. En el amor y en la guerra laboral, todo vale. Además de que este conflicto en concreto aporta una jugosa publicidad a coste cero para el bufete, que por supuesto no está dudando en explotar.

Albert, te apoyamos. Como víctima del juego sucio patronal, estamos contigo. Eso sí, tendrás que olvidarte de tus amigos de la foto de Colón. Si es que ellos aún se acuerdan de ti.

sábado, 22 de enero de 2022

Escándalo en Bona Dea

 


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En la antigua Roma se celebraba a principios de diciembre la “Bona Dea”, una fiesta exclusiva de mujeres en la que se rendía culto a una diosa -de la cual solo nos ha llegado el seudónimo que daba nombre al evento- a la que pedían salud y fertilidad. Tan exclusivamente femenina era la festividad que tapaban las cabezas de las esculturas de hombres para que no vieran nada, ni tan siquiera con sus ojos de piedra. El lugar de la celebración era itinerante y la organización del acto, totalmente secreto, recaía en la anfitriona ayudada por las vírgenes vestales. No hay que ser muy perspicaz para deducir que una fiesta secreta de la fertilidad, solo de mujeres, alejada de los ojos inquisitoriales del patriarcado, acababa siendo una bacanal que ríete tú de la cabalgata del Orgullo.

Explicado el contexto, imagínese el escándalo el día que un señoro disfrazado de mujer se intentó colar en el festín y lo pillaron. Añádase que ese año el lugar de la celebración era precisamente la casa de Julio César y la anfitriona, su madre. Por si no fuera suficiente material para un especial Rociíto de la época, aquí viene lo mejor: dicho señoro era amante de la nuera de la anfitriona, o sea, le ponía la cornamenta al putísimo César.

El lumbreras en cuestión era Publio Clodio, y el otro vértice del triángulo, Pompeya Sila. Clodio fue acusado de sacrilegio y engaño, pero estaba podrido de pasta -Pompeya obviamente no iba a intercambiar sus patricios fluidos con un pringao plebeyo- y se libró de ser condenado sobornando al Senado. César no presentó cargos contra su mujer, pero la repudió públicamente y se divorció. Tampoco contra Clodio, probablemente no porque desconociera la relación con su esposa, sino porque primó el interés político con un potentado aliado. Por cierto, César también mantenía una relación con la mujer de Clodio. Sí, en la alta nobleza romana había más promiscuidad que en una cena de empresa de Navidad.

El ávido lector, a estas alturas, ya se habrá dado cuenta de que esta es la anécdota que está detrás de la famosa frase: “la mujer del César no solo tiene que serlo, sino parecerlo”. Se le podría responder aquello de “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, pero eso lo dijo otro y unos -pocos- años después.

A todo esto, yo venía a hablar de cierto primer ministro y fiestas en momentos y lugares inoportunos y se me ha ido la tecla a Roma. Al fin y al cabo, como bien decía Mark Twain, la Historia no se repite, pero rima.

viernes, 14 de enero de 2022

Sabor arcoíris

 


Este año me había propuesto no fumar y publicar al menos un post cada semana. Bien, estamos a día 14 y ya he incumplido ambos propósitos. Voy a intentar al menos remendar el segundo con estas líneas.

Llevaba dándole vueltas a escribir algo sobre el tema político de la semana: lo que NO dijo Garzón sobre las macrogranjas. Lo he descartado por manido y porque creo que a estas alturas la derecha -e incluyo aquí al PSOE- ya se ha dejado bastante en evidencia borrando tuits y obviando declaraciones propias en las que defendían exactamente lo mismo que SÍ dijo Garzón. Maldita hemeroteca.

Me había planteado también, a raíz de la Supercopa de España jugada en Riad, hablar de cómo el mundo del fútbol se ha vendido a los petrodólares, tapándose los ojos ante los abusos de dictaduras criminales, poniendo la mano para recoger dinero manchado de sangre de mujeres, gays y opositores y callando como putas que son. Odio eterno al fútbol moderno y a todos sus cómplices. Aunque no quería empezar el año calentándome demasiado.

Y en esas que andaba maquinando el tema con el que dar la chapa esta semana cuando he entrado a la cocina de mi trabajo, una pequeña empresa de 50 empleados, y me he encontrado a la señora de la limpieza fregando las tazas en las que mis compañeros, con huevazos como sandías, se sirven el café y luego dejan sucias en la pila. Porque son todos muy ecológicos evitando los vasos desechables, sí, pero también muy hijos de puta. 

Ante esta ausencia absoluta de honestidad, integridad y compañerismo, se me han ido las ganas de hablar de política. Así que simplemente voy a contar la última anécdota de mi hijo, en las antípodas de este mal rollo general. Ayer, al abrir una bolsa de golosinas me ofreció una y me dijo: “papá, prueba esta chuche, te va a encantar. Sabe a arcoíris”. 

Sabor a arcoíris. ¿Puede haber un concepto más maravilloso?

Ahora sí: feliz año.