jueves, 28 de junio de 2012

3 de julio de 2006. Accidente de metro en Valencia

Recuerdo aquel 3 de julio. Estaba trabajando en el mismo sitio que estoy ahora -cómo pasa el tiempo- cuando me enteré del fatal accidente de metro que había ocurrido justo en la parada de mi barrio. Como suele pasar en estos casos, la información al principio difusa hablaba de muchas menos  víctimas de las que finalmente hubieron. Por suerte no tardé en localizar a mi madre y confirmar que afortunadamente ese día no había cogido el metro. Vale, no parecía habernos tocado de cerca. Pronto empecé a recibir llamadas de amigos y familiares interesándose por nosotros. Claro, las probabilidades eran relativamente altas, era la parada de abajo de casa. Pensándolo bien, era más que probable conocer a algún afectado. Efectivamente, no tardé en enterarme de que uno de los fallecidos era un compañero de clase del colegio. Eso sí, no estaba claro quién. La rumorología apuntaba diferentes nombres sin ningún pudor  como si de un macabro sorteo se tratara. Al día siguiente recibí la llamada de un excompañero preguntándome por uno de mis mejores amigos. Le habían dicho que él era esa víctima hasta el momento anónima. Era obvio que se trataba de un error. Ya habían pasado casi 24 horas y por lógica no podía ser que yo no me hubiese enterado. Aunque era cierto que hacía varios días que no habíamos hablado. Nada más colgar intenté localizar a mi amigo llamándole al móvil. Nada, llamada perdida. Pues a llamarle al trabajo. Tampoco, no lo cogía nadie. ¿A casa? Tampoco. Joder. No puede ser. ¿Un día después? Me habrían llamado sus padres, sus hermanas… ¿no?  Así, con esta inquietante pregunta pasaron 15 tensos minutos. Hasta que me devolvió la llamada y se desvaneció la duda. Estaba bien y “simplemente” había sido un error del boca a boca.
Días después supimos ya de quién se trataba. Compañero de clase en el colegio, efectivamente. 27 años. Y aunque suene a tópico, buena persona.
Todos los accidentes son horribles, pero éste me indigna profundamente. Por poder ponerle cara a una de esas 43 muertes y 47 heridos. Pero sobre todo, por la escandalosa impunidad de los responsables de la desgracia. Le echaron toda la culpa al conductor también fallecido en el accidente, obviando que una baliza de tan sólo 3.000€ lo habría evitado. Cero responsables y/o dimisiones en el mayor accidente de metro de la historia de Europa. CERO. Increíble. Indignante. Obsceno.

Días después el Papa visitó Valencia y al estar tan reciente el accidente, cambió su itinerario para acercarse al lugar de la tragedia. Las flores de homenaje a las víctimas en las escaleras de la estación fueron retiradas para no ensombrecer su visita.

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