viernes, 11 de febrero de 2011

Con Franco se fumaba mejor


Con Franco se fumaba mejor. Es un hecho innegable. Se le podrá criticar por muchas cosas, pero es indiscutible que gobernando el caudillo los fumadores fumaban más y mejor. Éste podría ser otro argumento de los nostálgicos que añoran tiempos pasados con más “libertades”. Lo que no tienen en cuenta los nuevos liberales en su discurso -quizá por falta de experiencia en estas lides reivindicativas- es la base fundamental de nuestro sistema: todos somos libres, pero nuestra libertad acaba donde empieza la del resto.
A pesar de las protestas, y por mucha polémica que suscite ahora, de aquí a no mucho tiempo miraremos atrás y nos sorprenderemos al recordar que fumábamos en los bares y restaurantes con total normalidad al lado de los no fumadores. Nos provocará la misma sensación de extrañeza que percibimos ahora cuando vemos una película antigua y descubrimos que antes se fumaba en los teatros y en los cines durante el espectáculo, e incluso en las habitaciones de los hospitales al lado de los enfermos.
Yo he sido fumador durante muchos años. Empecé pronto, como gran parte de mi generación y de las anteriores. Ya podíamos haber sido precoces tocando el piano o resolviendo ecuaciones integrales, pero no, nos decantamos por el tabaquismo. Ahora llevo ya más de seis meses sin fumar, aunque por experiencia propia tengo muy claro que podría no ser definitivo.
Actualmente ser adolescente conlleva muchos futuros inconvenientes, entre otros trabajar ya con total seguridad hasta los 67 – y que no sean más-, ser un nini por lo menos hasta los 25 –y que no sean más-, y tener que andar por la calle con los pantalones a mitad de nalga enseñando la hucha. Pero supone una gran ventaja y es que tendrán muchísimas menos posibilidades de caer en el gran engaño del tabaco.

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