miércoles, 25 de julio de 2012

La sonrisa del fascista



Mi mejor amigo siempre me habla con justificado orgullo de su abuelo republicano, condenado a muerte en el franquismo por ayudar a los rojos falsificando documentación. La pena capital le fue conmutada al tiempo por cadena perpetua, para luego volver a ser condenado a muerte por otro tribunal, hasta finalmente salir de la cárcel años después por un indulto. Durante todo ese calvario de condenas su mujer se tuvo que jugar el tipo haciéndose pasar por su hermana para poder visitarle en la cárcel, a riesgo de ser capturada también. Historias de película de una España no tan lejana que algunos quieren dejar escondida en las cunetas.

El otro día mi amigo me habló de un concepto que su abuelo mencionaba a menudo: “la sonrisa del facha”. Hacía referencia a ese odioso gesto de superioridad que lucen los fascistas incluso, o sobre todo, cuando están jodiendo a los demás. Es esa sonrisilla tontorrona sustentada por su estatus de clase pudiente. Muchos borregos herederos de la España del “vivan las cadenas” aplauden ingenuamente estos gestos afirmando que son una demostración de mano dura. (Véase la sonrisa de Esperanza Aguirre hablando de quitar subvenciones y “mamandurrias” mientras enchufa a su hermana con Ana Botella).

Esa sonrisa del fascista es inversamente proporcional a la nuestra, a la de los trabajadores. Su alegría es nuestra desgracia y para ejemplo el despiporre del PP en el Congreso aprobando los mayores recortes de la historia de nuestra democracia.

Muchos hablan de la crisis actual como una guerra encubierta. Y si es así,  desde luego en lo que se refiere a la moral nos la están ganando. Tenemos que sacar pecho y borrarles sus sonrisas fascistas de la cara para lucir la nuestra. Detrás de la suya está su orgullo de clase y de dinero, pero detrás de la nuestra está el placer de habernos ganado lo nuestro con honradez, trabajo y esfuerzo, sin corruptelas, ni enchufes, ni mierdas. 

Empecemos por ahí.

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