El pasado sábado, durante el camino de vuelta de una excursión en bici bajo la agradable temperatura de 0ºC, un compañero me comentó: “lo malo de este tramo es que está lleno de domingueros”. Y yo pensé: claro, como nosotros. En ese momento tomé conciencia de mi metamorfosis dominguil. Ya podía clasificarme como un dominguero más. Vale, quizá no como un dominguero gold edition de los que combinan chándal, camisa y zapatos con el Marca doblado en el sobaco. Pero sí al menos como un aspirante a dominguero, para el que salir a la calle un sábado o domingo por la mañana bien pronto ha dejado ya de ser algo extraño.
Volviendo al asunto, me llamó la atención el hecho de hablar en tercera persona de forma casi despectiva de un grupo al que, quieras o no, perteneces. Sin duda es algo que hacemos todos. De hecho me recordó a cuando, siendo todavía un adolescente, criticaba algunas discotecas o zonas de marcha por estar llenas de chiquillos. Y lo mismo ocurre cuando haciendo turismo nos quejamos de la excesiva presencia de turistas, afirmándolo incluso con cierto tono peyorativo. Hasta buscamos en las guías o preguntamos a los autóctonos por sitios que no estén frecuentados por esa morralla de excursionistas armados de cámaras digitales, a falta de escupir en el suelo al referirnos a ellos.
De lo que no nos damos cuenta es que esto ocurre porque somos demasiados y por eso está todo tan masificado. Definitivamente el problema es que este mundo está lleno de gente (puaj!).
martes, 25 de enero de 2011
viernes, 21 de enero de 2011
TeleCirco

martes, 18 de enero de 2011
Un día en la feria

La feria es uno de los mejores sitios para hacer fotos gracias a que siempre está rebosante de luz, color y gente. A esto hay que sumarle el punto hortera de los feriantes -y de muchos de los visitantes-, que también puede dar mucho juego a la cámara.
Por otro lado, las fotografías con un toque voyeur siempre resultan interesantes. Esas que captan a un desconocido, desde un objetivo visible, pero cotilla y anónimo, en un instante concreto, breve y casi íntimo.
Esta foto combina ambos elementos. En ella aparece una señora en un coche de choque con el que es probablemente su hijo. Rodea al pequeño con el brazo de forma protectora mientras chilla escandalizada porque otro coche está a punto de impactar contra el suyo. El niño se muestra sorprendido, pero claramente más calmado que su madre. En el lado derecho de la imagen se puede ver un tercer coche cuyos tripulantes observan un tanto extrañados la situación.
Me dio tiempo a tomar una segunda foto justo un instante después, en la cual se aprecia que la conductora del primer coche finalmente ha evitado la colisión. La madre se muestra ya más serena y junto al niño asustado, miran a la cámara ahora con una pose avergonzada.
La pregunta es: ¿para qué subir a los coches de choque si no quieres que choquen contigo? Pues para chocar tú contra otros que es más divertido, para que va a ser.

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