A Woody Allen le debemos, entre
otras muchas, la genial película “Zelig”. Para quien no la haya visto, narra la
historia (en forma de mockumentary) del hombre camaleón que se transforma tanto
física como psicológicamente en las personas que le rodean para ser aceptado.
Todo empieza un día en el que en una charla informal miente al afirmar que
había leído Moby Dick para quedar bien. A partir de ahí se convierte en una
celebridad, pues su capacidad para mimetizarse con su entorno es milagrosa. Se
junta con cirujanos y se convierte en cirujano, se junta con judíos ortodoxos y
lo mismo (estas escenas son buenísimas :__)). Pues bien, cada vez que escucho a
Rubalcaba me viene a la mente este personaje. El día que está con Rajoy le
apoya en la mayoría de sus políticas suicidas, en su apasionado empeño de hacer
una “oposición responsable”. Y el día que le entrevistan en algún medio progresista
le da por hablar de dación en pago, federalismo, que la Iglesia pague IBI y
otras locuras soviéticas varias (nótese la ironía en lo de locuras). Lo peor es
que su obcecación camaleónica está haciendo caer en picado a un PSOE que sí
necesita una identidad clara, o al menos sus potenciales votantes. Desde las
bases se ha pedido a gritos un giro rotundo a la izquierda, además de una
renovación notoria de la cúpula que desvincule al actual partido de esta
dinámica negativa (por no llamarla inmolación a lo bonzo). Ajeno a todo esto el
dirigente socialista se aferra(z) al cargo y argumenta que le eligieron por
mayoría hace tan sólo ocho meses. “Tan sólo”. Alguien al que todo este tiempo
le parece poco en el mundo de la política actual está sin duda viviendo otra
realidad.
No soy votante socialista, pero
sinceramente me duele ver a un PSOE tan debilitado. Y aún me duele más ver cómo
se regodean los fachas de esta hecatombe política. A ellos todo esto de
cuestionar su voto les suena muy marciano. Les da igual votar a un corrupto que
a un pusilánime. Recordemos que la gente de derechas no vota, ficha (véase
Galicia). Ellos acuden fielmente a las urnas a por la victoria, luego ya se
verá.
Para cerrar, rescato la frase
final de Zelig, apta tanto para el PSOE como para Rubalcaba:
“Tan solo quería ser querido, por eso se deformó totalmente... uno no
deja de preguntarse qué hubiera pasado si, desde el principio, hubiese tenido
el valor de decir lo que pensaba y no aparentar”.
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