España colocó ayer sin problemas casi 4.000 millones en bonos del Tesoro habiendo demanda para el doble: 8.000 millones (fuente1). Parece increíble que medio mundo dude de nuestras posibilidades para devolver la deuda pero a la hora de la verdad se peguen por comprarla. Es como si ningún banco se fiara de nosotros para concedernos una hipoteca pero luego hicieran cola en la puerta de nuestra casa para que firmáramos con ellos. Curiosamente es la tercera vez consecutiva que sucede lo mismo (fuente2).
La explicación de este fenómeno es sencilla: las dudas sobre nuestra fiabilidad multiplican el interés de nuestra deuda, es decir, el beneficio directo para el comprador. Vamos que el negocio está claro y aquí nos la están colando. Pero a lo grande.
Da la impresión de que, a modo de la genial película de Robert Redford y Paul Newman, todo esto es un escenario de cartón piedra repleto de compinches preparado para hacernos creer una realidad que no es tal. Y que después de vaciarnos los bolsillos y dejarnos plantados con cara de pardillos, cuatro listos saldrán abrazándose por la puerta jactándose de habérnosla metido bien doblada.