En los países normales los
políticos corruptos -pillados- renuncian a su cargo, piden disculpas y
desaparecen de escena por la puerta de atrás. Pero en España somos novatos en esto
de las dimisiones, así que cometemos errores de principiantes. El pasado
viernes el exministro Soria, dimitido de su cargo por su aparición en los
papeles de Panamá -y por sus delirantes explicaciones dignas del mejor Ozores-
fue despedido con una ovación en el comité del PP canario. No sólo eso, la
cuenta oficial del partido en Twitter sacó pecho de este bochornoso momento, como
si fuera motivo de orgullo:
@PPopular
22 abr. Hemos despedido a José Manuel Soria con mucho cariño y con mucho agradecimiento
@mdcospedal
Personalmente eché en falta algo
más épico. Puestos a hacer el gilipollas, se hace bien. No sé, mucho mejor
todos subidos a las sillas y entonando uno por uno “Oh capitán, mi capitán”. O
por qué no una exhibición de pancartas reivindicativas “No estamos todos,
faltan los presos” o “PP presoak etxera”.
En fin. Qué lástima de partido
mafioso. Dimiten porque se avecinan unas posibles elecciones y no les queda
otra (en mucho peores se las han visto y no ha dimitido ni dios), no porque
consideren que la evasión tributaria o la mentira sean merecedoras de tal
gesto. Recordemos que son liberales: cuantos menos impuestos, mejor. Eludir a
Hacienda no es más que un pecado venial, es casi un derecho. Quién no tiene un
fardo de billetes de 500 debajo del colchón o una cuenta opaca en algún
paraíso fiscal. Al fin y al cabo, no somos comunistas. Que quede claro: José
Manuel Soria, pese a todo, sigue siendo uno di noi.
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