Tres hijos de puta juntos |
Un amigo mío estuvo destinado en
Iraq como militar voluntario. Sí, los rojos también tenemos amigos militares.
En mi caso dos, aunque uno de ellos me ha eliminado de su Facebook porque “no
soporta mis publicaciones izquierdosas” (SIC). El caso es que una noche, en
plena invasión, estando mi amigo de guardia dos iraquíes saltaron la valla del
campamento español para entrar a robar (cómo hay que estar de jodido para ir a
robar a un cuartel militar). Él los descubrió y se vio obligado a disparar a
matar. Obviamente en ese momento no sabía si los intrusos iban a robar, poner
una bomba o degollar compañeros, y en cualquier caso estando en unas
instalaciones militares la orden en este caso es siempre tirar a dar. Disparó
una vez, falló y los frustrados ladrones huyeron despavoridos. Errar el tiro le
costó a mi amigo un paquete de tres pares de cojones. No acabó en un consejo de
guerra de milagro, pero sí en una investigación formal y con una mancha imborrable
en el expediente. Poco después de volver de Iraq, cuando finalizó contrato,
abandonó el ejército. Se apuntó a varios cursillos de Informática del INEM y
ahora se dedica a instalar routers. En privado, tiempo después, me confesó que
falló el disparo adrede. Llegado el momento no fue capaz de matar.
Esta semana Esperanza Aguirre nos
ha vuelto a indignar afirmando con su particular cinismo que “España no estuvo
en la guerra de Iraq”. Me vino a la mente mi amigo. También las manifestaciones
contra la guerra en las que personalmente participé. La foto de las Azores, el
11-M, los militares españoles fallecidos en Iraq, sus familiares... ¿Cómo son
capaces de negarnos la evidencia en nuestras narices? Y sobre todo, si son
capaces de negarnos algo que vivimos en primera persona, ¿qué no harán con
temas que conocemos parcialmente o directamente desconocemos?
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