De un día
para otro en España se nos ha acabado aquello de que pobres pero honrados. El Gobierno
con su amnistía fiscal ha abierto las puertas de par en par al dinero negro.
Cualquier proxeneta, ladrón, traficante, corrupto, mafioso o delincuente en
general puede ahora legalizar sus ahorros conseguidos con el sudor de la frente
de otros por un módico 10%. Y sin preguntas.
Lo peor no
es que esto lo haya puesto en marcha un partido que se define abiertamente como
católico y que cuenta con el apoyo histórico de la Iglesia. Ya se sabe que es
tradición clerical perdonar pecados a cambio de la correspondiente bula.
Tampoco lo
es que antes de llegar al Gobierno el PP criticara públicamente la amnistía
fiscal. A estas alturas hasta los menos avezados se habrán percatado de que
todo en la campaña del PP era una patraña como la calle Génova de grande (no a
las subidas de impuestos, al abaratamiento del despido, etc.)
Lo peor de
todo es que ahora nos dicen que la otra opción que les quedaba era subir el
IVA. Y claro, para eso mejor perdonar a los defraudadores, sus correspondientes
delitos y el 90% de lo que nos deben. En resumen, nos han vendido como putas a las mafias, pero tranquilos, lo han hecho por nosotros.
Al menos la legalización del blanqueo de dinero tiene algo
positivo: este año no tendremos que ver cómo le toca la lotería a
Carlos Fabra.
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