Pareja de sinvergüenzas luciendo su sonrisa más cínica |
Voy
a empezar el artículo al revés, enumerando las principales novedades de la
reforma laboral impuesta por el gobierno que justifican sobradamente una huelga
general:
- Abaratamiento del despido para los nuevos contratos: indemnización máxima por despido de 33 días por año trabajado, con un tope de 24 mensualidades.
- Abaratamiento del despido para los contratos anteriores a la reforma: contando a partir de ahora los días de indemnización por año trabajado serán 33 en lugar de 45.
- El empresario podrá alegar despido objetivo cuando caigan las ventas o ingresos durante 9 meses seguidos. No hace falta entrar en pérdidas, basta con una reducción de beneficios. La indemnización será entonces de 20 días por año trabajado, con un tope de 12 mensualidades.
- El empresario podrá bajar los salarios y cambiar los horarios y las tareas de sus trabajadores.
- Se amplía para pymes el periodo de prácticas de 6 meses a un año. Por tanto durante 12 meses el despido es completamente libre.
- Las faltas de asistencia al trabajo, aún estando justificadas, son motivo de despido procedente si alcanzan el 20 % de las jornadas hábiles en dos meses consecutivos, o el 25 % en cuatro meses discontinuos. Así que nueve días de baja en un mes son suficientes para un despido objetivo.
Ahora,
una vez dicho esto y aún en caliente por haber repasado parte de lo que hemos
perdido, analicemos: ¿Cuál es el fin de las huelgas? Principalmente tienen un
objetivo básico: la exhibición de músculo sindical. Las huelgas ponen encima de
la mesa la capacidad de movilización de los trabajadores, y el gobierno o
empresario, en función de esa resistencia que ve y padece, reacciona. De ahí la
guerra de cifras que siempre acompaña a las huelgas, a pesar de ser fácil y
objetivamente medibles.
Y seamos
sinceros, ¿qué capacidad de movilización tienen a día de hoy los sindicatos? Desde
luego entre los trabajadores que afortunadamente tienen empleo, poca. Básicamente
por el miedo a perderlo, no lo neguemos. A nadie le hace gracia en estos momentos poner en riesgo su puesto de trabajo y es obvio que acudir a la huelga lo
supone en mayor o menor medida. Esto por no entrar en los más de 100€ que como
mínimo cuesta no ir a trabajar ese día. Y no está la cosa para perder dinero, para
nadie.
La
izquierda (aunque en esto no debería haber izquierdas ni derechas, porque
trabajadores somos todos y a todos nos afecta) no debe dejarse llevar por una
vehemencia que podría llevarle a encajar el duro golpe de un descomunal fracaso
de convocatoria. 10.827.104 personas han votado al PP y muchos de ellos son trabajadores.
Aunque se entiende que muchos ya se estarán arrepintiendo, al fin y al cabo es
una realidad que nos tenemos que comer durante los próximos 4 años.
Seamos
inteligentes. Luchemos las batallas que podamos ganar. Una es
pelear la evidente inconstitucionalidad de la reforma y esto está en manos de
los partidos de la oposición.
Y otra se libra este domingo 19-F en las calles de todas las ciudades.
#19Ftomalacalle
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