Tiene gracia que en España se
hable de la posibilidad de que Donald Trump gane las elecciones estadounidenses
como si se tratara la llegada del apocalipsis, teniendo aquí a un idiota como Mariano
Rajoy de presidente. No somos los más adecuados para escandalizarnos de ninguna
candidatura. Y aceptando que la futurible victoria de Trump no será el fin del
mundo, o al menos no de forma muy diferente al armagedón que pueda provocar la
criminal Killary Clinton, sería
interesante aprovechar la ocasión para analizar su base social. Si lo hacemos
con cierta actitud crítica y evitando caer en la falacia de la caricatura del
votante medio yanqui, no es difícil llegar a la conclusión de que el voto a
Trump tiene mucho más de nihilista que de fundamentalista. En gran medida es un
“ya que estoy jodido, a la mierda todo”. Trump ha convencido a gran parte de la
clase trabajadora, entre otras cosas adelantando por la izquierda al discurso
progresista predominante. Entre soflamas racistas y delirios megalómanos, ha
introducido conceptos antiimperialistas (“Trump
achaca el caos en Irak, Libia y Egipto a la política estadounidense”),
liberales (“Thank you to the LGBT
community! I will fight for you while Hillary brings in more people that will
threaten your freedoms and beliefs”), “antisistema” -entiéndase lo de
antisistema muy entrecomillado- (“Trump
afirma que su gobierno marcará el fin del establishment corrupto de Washington”),
antiglobalización y proteccionistas (“Trump
promete impedir que las empresas se lleven el trabajo"), y al fin y al
cabo, algunas verdades incontestables (“Hillary's
wars in the Middle East have unleashed destruction, terrorism and ISIS across the
world”).
Está claro que este supuesto
rupturismo no es más que política reaccionaria ultraconservadora -relativamente-
maquillada. Pero funciona muy bien entre un electorado huérfano de cualquier opción realmente revolucionaria. Ya lo vimos
anteriormente en Francia con Le Pen y en UK con el Brexit. Como dijo Lenin, “el
fascismo es capitalismo en decadencia”, y no hay mejor ejemplo de capitalismo
decadente que EEUU.
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