Hace poco @iescolar escribió
un artículo sobre “Los siete magníficos” de Bankia, en clara alusión al famoso
western, contándonos a grandes rasgos los currículums de los siete buenos
samaritanos que dirigían las cajas fusionadas en la ahora hundida Bankia
Casualmente la primera vez que vi
esa foto yo también la relacioné con una película. Pero pensé
precisamente en su antecesora -y en la cual está basada- “Los siete samuráis”
(de Kurosawa, que por cierto también recomiendo).
Al fin y al cabo los samuráis, a
pesar de que el cine, la literatura y la distancia hayan ennoblecido al
personaje, se trataban ocasionalmente de sicarios. Sobre todo en épocas de paz,
muchos se ganaban la vida matando a otros por dinero. Y dadas las circunstancias
creo que el símil se ajusta más al caso.
Pero hay algo que hace que no me
encaje del todo la metáfora. En Japón todos sabemos el valor que se le da al
honor y al éxito y por contrapartida cómo se estigmatiza el fracaso. Famosa es
la práctica del harakari entre los guerreros, que preferían rajarse el vientre
antes que caer en deshonra. Muy al contrario sucede con nuestros samuráis
ejecutivos, que abandonan el barco mientras se hunde cual ratas, bien
finiquitados, con pensión vitalicia y enchufe garantizado. De su honor simplemente
se ríen.
Y del nuestro.
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